Cuando a mediados de la década de los ochenta se proyectó una nueva serie de televisión de la saga de Star Trek (la tercera, después de la serie original y la serie animada), los creadores se enfrentaron a un nuevo reto aún mayor: ¿cómo visualizar los avances tecnológicos para sorprender a la sociedad del momento?
La percepción de la tecnología había evolucionado, era más difícil impresionar al espectador y era más difícil ser original diseñando ingenios del futuro. Si en la serie original sorprendía la abertura automática de las puertas, la sociedad de dos décadas después era mucho más exigente en ese aspecto.
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