sábado, 15 de diciembre de 2012

Citado en el artículo "Los nietos nostálgicos de Julio Verne" en ElPais

Excelente artículo de Carmen Mañana sobre retrofuturismo.

Tenéis aquí el link al artículo:
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/12/actualidad/1355325074_189546.html

Publicado hoy sábado 15 de diciembre de 2012 en Babelia, suplemento cultural de El Pais.

A continuación el texto del artículo:

Los nietos nostálgicos de Julio Verne
El subgénero de ciencia ficción 'steampunk' se abre paso en España
Surgió en los ochenta en Estados Unidos
Carmen Mañana 15 DIC 2012 -


"Desarrolla la idea de futuro que se tenía en la época victoriana. Asumiendo que sería la máquina de vapor la que impulsaría la tecnología, ya que no contempla la existencia ni de la electrónica ni de la informática”. Así define el steampunk (punk de vapor) Félix J. Palma, autor de la Trilogía victoriana, una de las primeras sagas en castellano catalogadas bajo esta etiqueta. Un subgénero de la ciencia ficción surgido a finales de los ochenta en Estados Unidos y que hoy se abre paso en España impulsado por títulos como Leviathan, de Scott Westerfeld, y transformado en movimiento cultural. Porque aunque su origen sea netamente literario y hunda sus raíces en la obra de Julio Verne, H. G. Wells o Mary Shelley, debe casi todo su peso como tendencia a un creciente corpúsculo de seguidores que traslada esta filosofía retrofuturista hasta su armario y la tecnología que maneja. Defensores de una suerte de estética híbrida entre la corte eduardiana y El gabinete del doctor Caligari de la que surgen ordenadores con teclas de máquina de escribir o corsés mecánicos.

De hecho, los makers (fabricantes), que confieren el aspecto propio de un artilugio de la segunda revolución industrial a los gadgets del siglo XXI son los verdaderos adalides de un fenómeno poliédrito en el que la producción editorial es solo una de sus caras.

Reverso cándido del ciberpunk, “el género steampunk surge en la misma época década de los ochenta y busca también ser una respuesta crítica a la sociedad hipertecnológica y posmodernista, protestar ante esa sensación de que cada vez estamos más dominados por la tecnología y no al revés. Pero mientras el ciberpunk muestra un futuro apocalíptico y sin esperanza, el steampunk vuelve a una época positivista comprendida entre 1850 y 1910 donde la ciencia todavía no tenía connotaciones negativas y todo era posible”, explica Elisabeth Roselló, creadora de uno de los primeros blogs especializados (Steampunk y otros retrofuturismos) y comisaria de la exposición Steampunk que acoge actualmente el Museo de las Ideas y los Inventos de Barcelona (MIBA).

La corriente retrofuturista fue abrazada primero por recreacionistas históricos, góticos que, como reza un chascarrillo steampunk,habían descubierto el marrón, y cosplay (personas a las que les gusta disfrazarse de personajes de ficción) para después dar el salto a un público más amplio.

¿La prueba? Ya en 2009, la exhibición de artilugios steampunk organizada por el Museo de la Historia de la Ciencia de Oxford congregó a 80.000 visitantes, convirtiéndose en la más rentable de su historia hasta la fecha.

Junto a Reino Unido y Japón, Estados Unidos es uno de los países donde más tiempo lleva asentado el fenómeno. Allí, Leviathan, la trilogía cuya primera entrega acaba de publicar Edebé en España, entró directamente a la lista de los libros más vendidos. Quizá porque ejemplifica a la perfección la mezcla de aventura, historia y fantasía que seduce a los fanáticos del género. Su autor, Scott Westerfeld, responsable también de la saga Traición y uno de los escritores juveniles más vendidos de la última década según The New York Times, no olvida tampoco otra de las máximas del steampunk la ucrónica. Es decir, la especulación sobre cómo sería el devenir histórico si un acontecimiento trascendente hubiese sido diferente de como en realidad fue. En este caso, la II Guerra Mundial. Mientras los alemanes combaten con monstruosas máquinas de vapor, el bando aliado, capitaneado por los darwinistas británicos, contraataca con animales rediseñados como armas y cuyo representante más peligroso es una ballena dirigible. Todos meticulosamente ilustrados por Keith Thomson.

Persuadida por el éxito que había conseguido fuera de nuestras fronteras y el interés que percibió dentro, Elena Valencia, editora de Edebé, decidió lanzarlo en España, donde las dos primeras entregas de la Trilogía victoriana, la serie  steampunk de Félix J. Palma, han vendido ya unos 100.00 ejemplares.El mapa del tiempo,que inaugura la saga, narra la historia de una agencia de viajes que ofrece al hombre victoriano la posibilidad de conocer el año 2000 y le ha valido el Premio Ateneo de Sevilla. Ha sido publicada en 24 países, despachado más de 150.000 ejemplares en Alemania y 30.000 en Japón y le ha hecho muy consciente del tirón que este subgénero tiene también España. Tanto que acaba de compilar 12 historias sobre autómatas y zeppelines firmadas por autores como Fernando Marías, José Carlos Somoza y Andrés Neuman en Steampunk: Antología retrofuturista (Fábulas de Albión).

Que esta corriente gana adeptos y funciona en España lo demuestra también iniciativas como la Primera Semana Retrofuturista que se celebrará en el Convento de Sant Agustí de Barcelona entre el 11 y el 16 de febrero. Pero aunque es ahora cuando empieza a ser conocido entre un público más amplio, el steampunk tiene más de tres décadas de historia.

El autor estadounidense de ciencia ficción K. W. Jeter acuñó el termino en 1987 para tratar de englobar Las Puertas de Anubis,de Tim Powers; Homúnculo, de James Blaylock, y sus trabajos Morlock night e Infernal devices. Obras todas ellas ambientadas en el siglo XIX e inspiradas en La máquina del tiempo de H. G. Wells. Aunque, según Roselló, no sería hasta en 1991, con la publicación de La máquina diferencial, de William Gibson y Bruce Sterling, cuando la crítica reconoció al steampunk con la categoría de subgénero dentro del vasto universo de ciencia ficción. El cómic La liga de los hombres extraordinarios, de Alan Moore, se convirtió en 1999 en uno de sus títulos de referencia y abrió la puerta de esta corriente al gran público. Con la ayuda —como no podría ser de otra forma en una sociedad audiovisual y sin vapor— de éxitos cinematográficos como Wild, wild, west (1999), Van Helsing (2004) o Abraham Lincoln, cazavampiros (2012). Sin olvidar títulos menos taquilleros como Steamboy (2004), de Katsuhiro O-tomo, o Adèle y el misterio de la momia (2010), de Luc Besson.

En estas tres décadas de historia ha dado incluso tiempo a que surjan subgéneros dentro del subgénero. El weird west, que toma como referencia el western, o el steamgoth, más siniestro, son dos de los más populares a la vez que bizarros.

“El mestizaje entra la alta y la baja tecnología resulta siempre muy atractivo. Sucede con La guerra de las galaxias, ambientada en un futuro hiperdesarrollado, pero donde terminan luchando con espadas, aunque sean láser. Además, ver cómo funciona una máquina de vapor tiene mucho encanto y si a eso le sumas la estética de la época victoriana, atractiva al mismo tiempo que alejada de tu realidad, resulta exótico e irresistible”, apunta Jordi Ojeda, profesor de la Universidad de Barcelona especializado en divulgación científica a través de la ficción literaria.

Así el steampunk ha llegado a todo tipo de productos de masas: desde la edición estadounidense de la revista Vogue al vídeo Turn me on del DJ David Gueta, saturando por el camino el taller de costura de Alassie. Especializada en vestuario para teatro y cine, no da abasto desde hace un par de años con tanto encargo retrofuturista. Las quedadas de aficionados que visten esta estética son cada vez más frecuentes en España, según asegura, y fomentan la creación de foros analógicos y digitales que, a su vez, retroalimenta la producción literaria del género. “Frente a la producción textil a gran escala, los steampunkers reivindican lo hecho a mano, además de la filosofía do it yourself (hazlo tú mismo). Recorrer los mercadillos y los anticuarios en busca de cosas, como mecanismos de latón, que la sociedad de hoy día no valora, pero que para ti son un tesoro, resulta muy adictivo. Mantenemos esa mentalidad antigua de aprovechar y reciclar lo máximo posible, de no desechar nada”, apunta la diseñadora.

Una filosofía, que, más de un siglo después, está más vigente que nunca y sirve de concepto aglutinante tanto para los autores como para los miembros de la comunidad steampunk a través de su crítica a la obsolescencia programada (la planificación por parte del fabricante del fin de la vida útil de un producto). “Supone una perversión de la ciencia y un atentado a los logros del ingenio humano para ceder a intereses capitalistas, que además han dañado la estructura social. En el siglo XIX nadie diseñaría una máquina buscando que se estropease a los cuatro años para obligar al consumidor a comprar una nueva”, sentencia Roselló.

Trilogía victoriana. El mapa del tiempo. Félix J. Palma. Algaida. 628 páginas. 22,45 euros. El mapa del cielo. Félix J. Palma. Plaza & Janés. 744 páginas. 21,90 euros. Leviathan. Scott Westerfeld. Traducción de Raquel Solà. Ilustración de Keith Thomson. Edebé. 472 páginas. 16,50 euros. Traición. Scott Westerfeld. Traducción de Nieves Nueno. Montena. 440 páginas. 15,95 euros. Steampunk: antología retrofuturista. Varios autores. Fábulas de Albión. 320 páginas. 21,15 euros. La máquina del tiempo.H. G. Wells. Traducción de Nellie Manso. Alianza Editorial. 114 páginas. 7,69 euros. La máquina diferencial. William Gibson y Bruce Sterling. Traducción de Carlos Lacasa. La Factoría de Ideas. 352 páginas. 15,00 euros. La liga de los hombres extraordinarios. Alan Moore. Ilustración de Kevin O’Neill. Planeta De Agostini. 416 páginas. 30 euros.






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