miércoles, 1 de abril de 2020

Article a @ElCinefilCat "De virus, d'economia i d'ecologia"

De virus, d’economia i d’ecologia


El meu article número 82 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).

Amb motiu del confinament degut a la Covid-19, he dedicat l'article al cinema que tracta els virus des de la vessant dels científics que els van descobrir, de les pel·lícules on veiem els científics lluitant contra els virus i unes reflexions sobre perquè estem com estem.

Teniu l'article, en català, al següent enllaç:
https://elcinefil.cat/2020/04/01/de-virus-deconomia-i-decologia/


Si voleu llegir tots els articles que he publicat a la revista podeu veure el link següent:
http://elcinefil.cat/author/jordiojeda/

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A continuación tenéis el artículo traducido al castellano:


De virus, de economía y de ecología
El cine también ha reflejado los efectos de los virus... o casi
Jordi Ojeda

Al inicio de la película Capitán América: El Soldado de Invierno (Captain America: The Winter Soldier, 2014), cuando el personaje de Steve Rogers (Capitán América) conoce a Sam Wilson (futuro Falcon), este último le pregunta: "¡Echarás de menos los viejos tiempos!" (En referencia a que ha estado setenta y cinco años congelado), y Rogers le responde, literalmente, "Bien. Aquí no se está tan mal, y que no haya polio es muy bueno".

La poliomielitis es una enfermedad infecciosa aguda producida por un virus que se transmite de persona a persona por vía fecal-oral o a través de agua o alimentos contaminados. Puede cursar una infección asintomática, un cuadro febril, una meningitis y/o una parálisis, que es la forma más conocida, especialmente afectando a niños menores de cinco años (sólo hay que recordar las prótesis del joven Forrest Gump, por ejemplo). No tiene cura, pero se puede prevenir con una vacuna que proporciona inmunidad durante toda la vida.

Steve Rogers sufrió los estragos de la enfermedad y su ansia de ayudar a su país en la Segunda Guerra Mundial hizo que se propusiera candidato para un experimento secreto de creación de un ejército de supersoldados. Pero eso ya lo sabíais si habéis visto la película Capitán América: El primer vengador (Captain America: The First Avenger, 2011), lo que no sé si sabeís es la importancia que tuvieron los cómics y el personaje en promover que los niños se vacunaran, especialmente en las campañas de 1954 y, de hecho, hasta la actualidad. Cuando lo mataron a los cómics en 2007, algunos virólogos pusieron el grito en el cielo diciendo que aún lo necesitaban.

Para ver los efectos sobre los niños os puedo recomendar la cuarta temporada de Boardwalk Empire (2010–2014), o, para ver ejemplos de los tratamientos en los años cuarenta, la interesante Warm Springs (2005), donde se mostraba los intentos para encontrarse mejor del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt (1882- 1945).

Los virus, como no podía ser de otra manera, han tenido un protagonismo especial también en el cine, un reflejo de la historia de la humanidad, donde los virus tuvieron su papel fundamental en el descubrimiento de América o del Oceanía, o en el desenlace de la Primera Guerra Mundial. Tenemos pistas de polio en dibujos en murales del antiguo Egipto. Sabemos que en 1796 se curó completamente, por primera vez, un enfermo de viruela que, por cierto, es la primera enfermedad completamente erradicada en el mundo. En la película El médico (The Physician, 2013), aparece Ibn Sina (980-1037), uno de los primeros en proponer una solución inoculada que podía combatir la enfermedad.

Las vacunaciones masivas a toda la población son fundamentales tanto para proteger al que se la pone como para proteger a la comunidad. Todavía quedan países en el mundo que tienen brotes de polio debido principalmente a un papanatismo religioso contrario a las vacunaciones (incluso con prohibiciones del propio estado). También hay factores políticos que dificultan la tarea de los sanitarios, aunque hay lugares que deben ir protegidos por el ejército en sus campañas. Un claro ejemplo lo vemos en la película La noche más oscura (Zero Dark Thirty, 2012), dirigida por Kathryn Bigelow, donde se dudó de explicar cómo se había podido encontrar con certeza la casa de Osama in Laden. Al final se incluyó porque era un hecho conocido publicado en los medios: la CIA obligó a hacer una acción de vacunación de la polio a los niños de una zona determinada, y lo utilizaron para tomar muestras de sangre y descubrir, mediante el análisis de ADN, quiénes eran los hijos de Bin Laden. El uso partidista de los sanitarios con este fin ha tenido consecuencias muy graves y en muchos sentidos si lo piensan con detenimiento.

Los virus son parásitos intracelulares que infecta a humanos, obligados a infectar para poder multiplicarse. Y son muy pequeños, submicroscópicos... no los vemos. De poco nos sirven los tanques, submarinos y aviones de combate que hemos comprado en los últimos años en una guerra completamente desigual. ¿Cómo podemos combatir los virus entonces? Debería de darse la siguiente situación:

-          (1) que tenga una sintomatología definida y clara,
-          (2) que no haya portadores asintomáticos,
-          (3) que haya un huésped único,
-          (4) que no mute, y, además,
-          (5) que el clima acompañe (viento, lluvia, calor, etc.).

Hay pocas enfermedades que cumplan estos requisitos, y si piensan en las características de la Covidien-19, entenderéis los problemas que tenemos (especialmente, el hecho de que la gente sea portadora siendo asintomática).

A finales de los años treinta, los héroes en la pantalla eran científicos, los grandes científicos que cambiaron el desarrollo de la humanidad. Destaco tres por sus grandes contribuciones, tanto por los descubrimientos como por las propuestas de praxis en el ámbito médico e industrial, estoy hablando de investigadores ilustres como el Dr. Louis Pasteur (1822- 1895) (La tragedia de Louis Pasteur, The Story of Louis Pasteur, 1936), el Dr. Robert Koch (1843-1910) (Roberto Koch, el vencedor de la muerte, Robert Koch, der Bekämpfer des Todes, 1939) o el Dr. Paul Ehrlich (1854- 1915) (La bala màgica, Dr. Ehrlich's Magic Bullet, 1940).

Permitidme que recupere una de las frases más conocidas del Dr. Pasteur: "No pedimos a un hombre enfermo: ¿De qué país eres? ¿O de qué región eres? Se le dice: Sufres, es suficiente; tú ahora me perteneces, yo te cuidaré". ("On ne demande pas à un malheureux: De quel pays es-tu ? Ou De quelle région es-tu? On lui dit : Tu souffres, cela suffit ; tu m'appartiens, je te soulagerai."). Esta actitud ante el dolor del otro no la inventó el Dr. Pasteur, pero tuvo que recordarla en su tiempo, cuando la esclavitud apenas había desaparecido, donde se difundían las teorías sobre la desigualdad de las razas humanas, y cuando se manifestaron las primeras perversiones del colonialismo. Ahora, casi un siglo y medio después, algún partido político nos hace recordar estas palabras, como si no hubiéramos aprendido nada en todo este tiempo.

La vida de los científicos se ve que ya no son tan interesantes (o heroicas), a no ser que se peleen entre ellos. Así podemos destacar el título títol En el filo de la duda (And the Band Played On, 1993), donde podemos ver, medio ficcionada, la pelea real para reconocer quién fue el descubridor del virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH), entre el Dr. Luc Montagnier y Dr. Robert Gallo a la realidad, el primero quien realmente lo descubrió y el que se atribuyó el descubrimiento.

La primera película donde se contemplaba la posibilidad de una pandemia provocada por un virus extraterrestre fue La amenaza de Andrómeda (The Andromeda Strain, 1971), dirigida por Robert Wise, basándose en la novela homónima escrita por el médico Michael Crichton. La producción contó con el asesoramiento del Dr. Joshua Lederberg, reconocido virólogo premiado en 1958 con el premio Nobel de Medicina, al que se le atribuye la siguiente frase: "Los virus son los únicos competidores reales de la humanidad por el dominio del planeta".

Ahora bien, la primera que podemos observar los equipamientos e instalaciones reales, siguiendo los protocolos científicos internacionales, es Estallido (Outbreak, 1995), donde un brote de una variante del Ébola provoca fiebres hemorrágicas en la población (por cierto, similar al brote real que hubo en Uganda a 1994). Es un virus tan letal que se podría decir que se puede llegar a controlar, sencillamente (permitidme que lo diga así), porque mata a todos. El virus del Ébola puede tener el reservorio en murciélagos o chimpancés, así que sea un mono el que se dedique a contagiar es muy verosímil. No así el hecho de que encuentren una cura tan rápida y con un efecto tan abrumador e inmediato,... en una película, cada segundo es oro y supongo que todo vale. No así uno de los errores más grandes, cuando se contagia uno de los científicos (interpretado por el actor Kevin Spacey), al romperse ligeramente su traje especial de protección biológica. Ahora, con todo lo que sabemos hoy en día debido al Covid-19, sabemos que no es tan fácil contagiarse así de un virus. Si desea saber más sobre el virus del Ébola, os recomiendo el libro Zona caliente (The Hot Zone: A Terrifying True Story, 1994), del especialista Richard Preston, un militar estadounidense dedicado justamente a este tipo de epidemias.

Probablemente, la película Contagio (Contagion, 2011), dirigida por Steven Soderbergh, haya sido la que mejor ha explicado cómo se puede crear una pandemia hoy en día, en la época de la globalización. Y es que los expertos hace años que nos avisan de dos factores claves que pueden provocar una pandemia como la que estamos viendo: que las epidemias viajan en avión, y que la economía actual promueve los desplazamientos de personas y de mercancías por todo el planeta.

En el inicio de la película, en el sudeste asiático, una mujer come un plato al que le acaba de caer una gota de sangre de un murciélago, contaminándola justo antes de coger un vuelo de regreso a los Estados Unidos. Lo primero que vemos (ahora que somos expertos), es que es una portadora asintomática hasta que no pasa unos días, los suficientes para contagiar a todos con lo que haya interactuado mientras no tiene ningún síntoma: familia, vecinos, compañeros de viaje, de trabajo... el virus de la ficción en realidad está inspirado en el virus Nipah, un virus que saltó de los murciélagos a los cerdos y de ahí a los humanos, y del que hay brotes de vez en cuando en diferentes lugares de Asia desde 1998. Para tener un orden de magnitud, cada mililitro de vómito de una persona (el equivalente a una gota) con este virus puede haber 100 millones de unidades, sólo se necesitan unas pocas decenas para infectarte.

Los efectos que se ve sobre la población son devastadores. Historias humanas desgarradoras detrás de los enfermos aislados, familias destrozadas y en cuarentena que no pueden despedirse de los muertos que mueren solos, personal sanitario desbordado cuando no encomendado... Todo un panorama que ahora vemos en las noticias, no en la ficción, y que ya habían presagiado diferentes científicos en los últimos años, alertando sobre la facilidad de transmisión hoy en día en caso de aparecer un virus difícil de controlar. Virus que, de nuevo, la propia economía de explotación intensiva puede abonar, con la invasión de zonas salvajes en diferentes lugares (flora y fauna), a lo que debemos añadir la falta de medidas de higiene o de protocolos de manipulación de alimentos en amplias zonas del planeta.

El cine, incluso, nos ha anticipado como algunos pueden tener comportamientos imprudentes por no decir, directamente, descerebrados, ante este tipo de infecciones. A Antiviral (2012), ópera prima del director Brandon Cronenberg, vemos como una clínica se dedica a replicar enfermedades de famosos para el consumo público, como una forma de acercarte al sufrimiento de la celebridad y, aparentemente, como una muestra de empatía o de sumisión,... exactamente no lo sé y no sé si lo quiero saber. Esta película la he recordado al leer noticias protagonizadas por influencers de las redes sociales, con millones de seguidores, que proponían como un reto lamer los inodoros públicos para ver si se contagiaban de la Covid-19. Selección de la especie, que diría Darwin.
                                              
De ficción que haya retractado los efectos económicos sobre la población después de una crisis  como el que nos tocará vivir cuando vencemos la pandemia del Covidien-19 seguro que encontraríamos algunos títulos, hasta ahora las llamábamos distopías. No es necesario ir a la ficción, os puedo recomendar el documental Capitalismo: Una historia de amor (Capitalism: A Love Story, 2009), de Michael Moore, con uno de los inicios más terroríficos que he visto nunca en el cine, cuando un numeroso convoy de coches policiales fuertemente armados se acercaban a un hogar... para desahuciar a unos padres con dos niños pequeños, que no habían pagado la hipoteca.

Los titulares proféticos más pesimistas de los medios de comunicación auguran cientos de miles de pérdidas de puestos de trabajo en los próximos años en toda Europa (lo de que el virus no entiende de territorios no se lo creen ni los que lo dicen). Y pasará de manera más acelerada y con el peligro que pueda provocar grandes desigualdades en la población. Deberíamos haber aprendido después de la última crisis económica que no deberían ser siempre los bancos que hacen negocio en estas situaciones. Necesitamos un impulso de una nueva economía ecológica y sostenida que no necesariamente dependa del crecer por crecer, sino del cómo queremos crecer, atendiendo a la salud de las personas y su calidad de vida. Si las crisis económicas son cíclicas (sabemos que cada cierto tiempo colapsa el sistema capitalista), las crisis sanitarias no avisan, por eso debemos estar prevenidos, dimensionados para poder dar respuesta y asegurar un trato igualitario para todos... ¿para todos de dónde? Esta también es una pregunta interesante, las desigualdades entre países también es importante y nos puede afectar.

Crisis económica, crisis sanitaria, crisis económica culpa de una crisis sanitaria... ¿qué será lo siguiente? Lo siguiente ya lo sabemos, serán las crisis climáticas debido al calentamiento global. Los efectos de la naturaleza cada vez serán más fuertes, los incendios de Australia o las inundaciones de las poblaciones costeras vislumbran un futuro inhóspito a preparar con una mirada ecológica a largo plazo, lejos de las visiones oportunistas e interesadas a corto plazo de los políticos de todo el mundo. Todo ello, en una población mundial que no para de aumentar y de envejecer. La tormenta perfecta.

La fuerte distracción emocional que estamos sufriendo durante el confinamiento nos hará salir de la pandemia de forma progresiva (por otra parte, necesario para asegurar que no haya nuevos brotes), con un fuerte impacto sobre el consumo, especialmente en el ocio y la cultura. Nada será como antes, tampoco la forma de hacer la política ni la forma de informar. La política monetaria de los países de la zona euro en manos del Banco Central Europeo y un Consejo de Europa aparentemente lejano a la realidad de la ciudadanía y de las realidades del entorno, mientras discuten sobre la oportunidad de facilitar de forma temporal una renta básica universal (entre otras medidas fundamental hoy por hoy) sin ponerse de acuerdo, está haciendo tambalear los cimientos de la propia Unión Europea.

Tendremos que prepararnos para el cambio inexorable que se acerca. Un cambio que la sociedad debe reflexionar y aplicar, velando para que se realice en igualdad, libertad y respeto para todas las personas, que no deberían sufrir los costes de la crisis ni de endeudarse para pagar un paro de la actividad sobre la que la ciudadanía no tiene ningún tipo de culpa.

El cine también ha reflejado los estragos de las infecciones bacterianas, como la tuberculosis (Criaturas celestiales, Heavenly Creatures, 1994), la peste (Pánico en las calles, Panic in the Streets, 1950), la sífilis (Memorias de África, Out of Africa, 1985), la lepra (El diablo a las cuatro, The Devil at 4 O'Clock, 1961), o el cólera (El velo pintado, The Painted Veil, 2006), entre muchas otras, de enfermedades y de películas. Pero esto, esto es otra historia,... y las bacterias también. Con la Covid-19 no valen los antibióticos, en este caso, los protagonistas de esta historia real se quedan en casa.


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