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El director Majid Majidi denuncia el trabajo infantil en Hijos del Sol
La película Hijos del sol (Khorshid, 2020) comienza con una contundente frase de la UNICEF escrita sobre un fondo negro: "Más de 152 millones de niños trabajan en todo el mundo". Esta premisa es la que inspiró al director iraní Majid Majidi a escribir un alegato a modo de denuncia sobre el trabajo infantil y, especialmente, el abandono de muchos niños que la administración da la espalda, ni siquiera reconociendo su existencia y, por tanto, cerrando las puertas a la educación o a las ayudas. Niños trabajando en la calle y/o delinquiendo para poder comer, sin saber ni leer ni escribir, muchas veces no saben ni la edad que tienen pero sí que no han ido nunca a la escuela y que si no se espabilan no comerán.
Majidi construye una alegoría protagonizada por niños que justamente vivían en estas condiciones y que se han convertido estrellas en su país gracias a esta película. El protagonista de 12 años, Roohollah Zamani, ganó el premio Marcello Mastroianni al mejor actor joven en la edición de 2020 del Festival Internacional de Cine de Venecia, donde la película deslumbró al jurado y la crítica.
Ali encabeza un grupo de cuatro amigos, todos ellos provenientes de familias desestructuradas, que malviven trabajando en un taller de neumáticos (y robándolos en los párkings). El líder de la pandilla los convence para "infiltrarse" en la escuela (aunque hace semanas que había empezado el curso), por un encargo de un aparente mafioso del territorio que le anima a buscar un tesoro situado debajo del cementerio al que sólo se puede llegar a través de diferentes conductos desde el sótano de la escuela vecina.
Fue una visita de Majidi a una escuela similar la chispa de la idea de la película. Son escuelas que tienen el soporte de organizaciones no gubernamentales y que tienen el objetivo de ayudar a estos niños, sacándolos de la calle, llevándolos a la escuela y, sobre todo, dándoles de comer cada día. La falta de ayudas por parte de la administración es un detonante más en la trama, que hace que la escuela no tenga recursos propios para poder alimentar a todos los niños, o de pagar el alquiler del edificio.
Las ambiciones de los cuatro niños protagonistas son muy modestas: aspiran a poder vivir con sus padres y a sentirse que pertenecen a un grupo, a una sociedad. Basta observar las muestras de solidaridad, de respeto y de afecto entre ellos para comprobar que nacemos sin ser racistas, machistas o xenófobos. Y es que la película también sirve de denuncia del trato recibido por los cientos de miles de inmigrantes afganos que han tenido que huir de su país, muchos de ellos niños sin familia (os suena la palabra "mena").
Es en este sentido cuando la educación de los niños adquiere una relevancia fundamental en el respeto de sus derechos, cuando el proceso y el aprendizaje se convierte en el verdadero tesoro y, este sí, accesible y real. La escuela como símbolo de construcción de valores, de aseguramiento de la educación y de la atención a unos niños y niñas que la propia sociedad mira con recelo. La imagen de un profesor llamando a sus alumnos en la calle que salten el muro para poder entrar en la escuela, que permanecía con las puertas cerradas, es extremadamente simbólica.
Cuando la respuesta a la pregunta "¿Cuál es la profesión de tu padre?" es "Adicto", la que dicen algunos de esta pandilla, significa que como niño tu propia vida ya es de por sí una aventura. No os quedéis con el discurso simple de que el modelo de películas de aventuras de niños son Los Goonies (The Goonies, 1985), también lo es que una niña quiera ir en bicicleta como nos mostró la directora saudí Haifaa Al- Mansour en la película La bicicleta verde (Wadjda, 2012)... o lo que les pasa a dos niños que pierden sus zapatos y no se atreven a decírselo a sus padres, como nos mostró el mismo director Majid Majidi en su película Los niños del paraíso (Bacheha-Ye Aseman, 1997) (la película estuvo nominada a los óscars en la categoría de mejor película extranjera, primera vez para una producción iraní).
En el mundo real, en general, y en las películas iraníes, en particular, la vida no es fácil y los finales... los finales no siempre son finales felices.
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