viernes, 7 de junio de 2019

Article a @ElCinefilCat "Quan els militars podien segrestar pel·lícules"

Quan els militars podien segrestar pel·lícules


El meu article número 77 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).

Amb motiu de l'estrena del documental "Regresa El Cepa", dirigida per Víctor Matellano, dediquem l'article a destacar-lo i agraïnt la tasca de recuperació de la memòria de tot el que va succeir amb motiu de l'estrena fallida i posterior segrest de la pel·lícula "El crimen de Cuenca", dirigida per Pilar Miró.

A continuació us deixo la sinopsi publicada per la distribuïdora:

"SINOPSIS: Hace cuarenta años se rodaba "El crimen de Cuenca (1979) de la directora Pilar Miró, que será después secuestrada militarmente y su directora procesada.".

Teniu l'article, en català, al següent enllaç:
http://elcinefil.cat/2019/06/06/quan-els-militars-podien-segrestar-pellicules/

O lo podéis leer en castellano a continuación:

Cuando los militares podían secuestrar películas
El director Víctor Matellano firma el documental Regresa el Cepa
Jordi Ojeda

Hay instantes de tu vida que recuerdas para siempre, que sabes dónde estabas y con quién estabas, vivencias que te emocionaron e influenciaron para siempre. Para mí, uno de esos momentos sucedió en mi adolescencia, cuando vi El crimen de Cuenca (1979), a finales de agosto de 1981. Quedé impresionado por su crudeza y, sobre todo, por la historia real que narraba, pero si la recuerdo es porque llevábamos un año y medio esperando su estreno y hablando de ella, después de convertirse en la primera y única película censurada en democracia en España.



El director Víctor Matellano acaba de estrenar el documental Regresa el Cepa (2019), en un esfuerzo de recuperar la memoria de lo que supuso la producción de la mítica El crimen de Cuenca (1979), y las penalidades vividas hasta su estreno en las salas de cine. Un documental que se convierte, de forma involuntaria, en un tema de máxima actualidad cuando en realidad relata los acontecimientos de la génesis, producción y censura de la película dirigida por Pilar Miró (1940-1997).

El reconocido productor Alfredo Matas (1920-1996) quiso hacer una especie de El expreso de medianoche (Midnight Express, 1978) a la española. Dirigida por Alan Parker, con guión de Oliver Stone (que ganaría el óscar al mejor guión adaptado), estaba basada en el libro homónimo autobiográfico escrito por Billy Hayes, un joven norteamericano que en 1970 es detenido en el aeropuerto de Estambul con hachís escondido en su cuerpo. A partir de este instante, se convierte en una cabeza de turco (y nunca mejor dicho) por el gobierno del país, que le quiere condenar de forma ejemplar, pasando un verdadero calvario encarcelado hasta que pudo escapar en 1975, después de que la hubieran condenado a treinta años de prisión. La película se recuerda por sus contundentes imágenes de torturas y malos tratos inhumanos a las que fue sometido, impactantes por ser tan explícitas y debido a que esto había sucedido pocos años antes en un país fronterizo con Europa.

Dos escritores trabajaron en el guión de El crimen de Cuenca, Lola Salvador y Juan Antonio Porto, ambos protagonistas en el documental. Matas terminó aceptando la versión del guión que firmó Salvador Maldonado, seudónimo de Lola Salvador, que firmaba de esta manera para que no se reconociera su identidad como mujer. Su versión, la definitiva, era mucho más explícita tal y como pedía el productor. Sólo había que encontrar el director de la película y el consejo que le dieron a Matas quedará para siempre: "El mejor hombre para dirigir la película se llama Pilar Miró".

Miró le acababa de llevar el guión de la película Gary Cooper que estás en los cielos (1980), que lo aceptó con una condición: antes hay que dirigir El crimen de Cuenca. Un trabajo de encargo que se convirtió en toda una obra maestra y, involuntariamente, en un icono de la transición en España, en un símbolo de la libertad y del cambio real en las instituciones, en una época extremadamente convulsa entre el posfranquismo, los atentados terroristas, la guerra sucia de las fuerzas militares y, finalmente (o casi), el golpe de estado del 23 de febrero de 1981.

El crimen de Cuenca estaba basado en la historia real que sucedió en el pueblo de Osa de la Vega. El 21 de agosto de 1910 desaparecía el pastor José María Grimaldos, conocido con el apodo de El Cepa. Su madre denunció su desaparición, preocupados por la sangre que apareció en su habitación y acusó directamente a dos pastores compañeros Gregorio Valero y León Sánchez de matarlo para robarle el dinero que acababa de ganar vendiendo unas ovejas y que tampoco habían aparecido.

Tras el sobreseimiento del caso por falta de pruebas, tres años después llega un nuevo juez a Belmonte que, influenciado por el cacique local y por los diputados de derechas, decide reabrir el caso, recuperando la acusación a los dos pastores. Las torturas de la Guardia Civil hizo que ambos confesaran el crimen y fueron encarcelados durante años en pésimas condiciones hasta que el 20 de febrero de 1924, once años después, fueron puestos en libertad sin ningún motivo aparente, ya que habían sido condenados a dieciocho años de prisión.

Y en 1926 volvió El Cepa al pueblo a pedir el certificado de bautismo porque estaba a punto de casarse... en la iglesia donde vivía a pocos kilómetros de allí, en un hogar que estaba justo delante de un cuartel de la Guardia Civil. Es evidente que las torturas fueron terribles hasta el punto de que dos inocentes reconocieran haber matado a otra persona a pesar de no haberlo hecho, y era evidente que los torturadores eran guardias civiles, tal y como se retrató perfectamente en la película de Pilar Miró, muy fiel con lo que pasó en la realidad, hasta el punto de rodar a los mismos lugares donde sucedió la historia original.

El guión no se pudo censurar porque ya no existía este tipo de censura desde hacía pocos años. Pero sí se debía dar la licencia de exhibición, y es aquí donde el ministerio de cultura del momento no se quiso mojar y decidió enviar una copia al ministerio del interior que, a pesar de su malestar con la película, no se quiso mojar tampoco y lo envió a la justicia militar. El 31 de enero de 1980, a pocos días del estreno en las salas de cine, la justicia militar, teniendo en cuenta la ley de enjuiciamiento criminal, decretó el secuestro de la película El crimen de Cuenca por sus injurias a la Guardia Civil, abriendo la posibilidad de que su equipo, especialmente su directora, pudiera ser juzgada por un tribunal militar con penas de prisión muy importantes.

Pese a la presión judicial y policial para secuestrar todas las copias de la película, saltó la sorpresa cuando fue seleccionada por la Berlinale de finales de febrero 1980 y, milagrosamente, se pudo proyectar (parece que a la policía y a la guardia civil se les escapó alguna copia, vaya). En la proyección en el festival de cine de Berlín, algunos espectadores abandonaron la sala afectados por las terribles y explícitas escenas de tortura. No ganó ningún premio (quien sabe si por las presiones políticas desde España), pero la cuestión se había internacionalizado y la noticia de la censura se había convertido en un titular habitual en los periódicos y en la radio del país, durante un año y medio prácticamente a diario. No así en la televisión española, que prácticamente no habló del caso. Una televisión politizada en los años ochenta, que curioso.

La "vergüenza nacional" duraría muchos meses, demasiados. La película se convirtió en una película de culto, haciéndose visionados privados en la clandestinidad. Diego Galán (1946-2019), en una de sus últimas entrevistas, afirmaba en el documental de Matellano que él hacía visionados en su casa, con fuertes discusiones porque había gente a favor y gente en contra de la prohibición, mostrando con esta afirmación la complejidad de la sociedad del momento.

Y llegó el golpe de estado del 23F, el 23 de febrero de 1981. Si hubiera tenido éxito probablemente Pilar Miró estaría la primera de la lista a fusilar. Ella hacía una semana que acababa de tener su hijo, Gonzalo Miró, y no se quiso moverse de su casa, resignada a que pasara lo que tuviera que pasar. Y, aparentemente, no pasó nada, al menos el golpe de estado no tuvo éxito.

Sin embargo, era una época muy complicada y aún tenía que pasar lo que se conoce como "Caso Almería”, del que también recomendamos la película El caso Almería (1984). El 7 de mayo de 1981 hubo un atentado terrorista de ETA en Madrid con varios muertos. Dos días después, tres jóvenes amigos viajan desde el norte del país hasta Roquetas de Mar para asistir a la primera comunión del hermano de uno de ellos. Durante el camino tendrían una avería en el coche y deberán alquilar otro para poder llegar a tiempo. Las presas y el aspecto hicieron que en la oficina llamaran a la Guardia Civil sospechando que podían ser los terroristas de los que se habían difundido sus retratos robots a los medios.

Al día siguiente aparecieron los cadáveres de los tres calcinados dentro del coche alquilado, los tres llenos de balas. La Guardia Civil alegó que los habían acribillado cuando huían de ellos y que, al caer por un terraplén, se había incendiado el coche. La realidad, los tres jóvenes murieron torturados aquella noche en las dependencias de la Guardia Civil, esta vez se les había ido la mano demasiado, setenta y un años después. Y se descubrió la verdad, siete décadas después eran igual de listos los guardias.

El país estaba cambiando a paso de gigantes. Se cambió la ley para que la justicia militar no pudiera actuar sobre la sociedad civil nunca más. Ya se podía estrenar la película, eso sí, en verano, durante las vacaciones. Finalmente se estrenó el 13 de agosto de 1982 con el objetivo de que pasara desapercibida. Y se produjo lo que hoy se conoce como "efecto Streisand", es decir, que todos fuimos a verla al cine, batiendo récords de recaudación y de espectadores, durante meses.

El documental está rodado en los mismos lugares donde se filmó la película y recupera al actor Guillermo Montesinos como hilo conductor, por su simbología: fue el actor que interpretaba a El Cepa en la  película dirigida por Pilar Miró. Además de Montesinos aparecen hasta cuarenta personas entrevistadas, desde actores al equipo artístico de la película, además de autoridades y destacados políticos y expertos. Memorable el reencuentro de los actores José Manuel Cervino y Francisco Casares, en una cara a cara que rememoraba la escena de la tortura, el primero como pastor y el segundo como guardia civil. Víctor Matellano nos ha hecho recordar con su documental Regresa el Cepa (2019), como con el cine se puede contar la historia de un país, y como el cine también la puede cambiar. Esperamos que el documental también sirva para no olvidar y no repetir los mismos errores, hoy más que nunca.


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