Estimar amb un compte enrere
El meu article número 75 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).
Amb motiu de l'estrena de la pel·lícula pel·lícula francesa Vivir deprisa, amar despacio (Plaire, aimer et courir vite, 2018), dedico l'article a recomanar-la, espero que us agradi, l'article i la pel·lícula, és clar. A continuació us deixo la sinopsi publicada per la distribuïdora:
"SINOPSI: Any 1990. Arthur és un jove estudiant de vint anys que viu a Rennes. La seva vida canvia el dia que coneix a Jacques, un escriptor que viu a París amb el seu jove fill.
Durant l'estiu, Arthur i Jacques viuen una història amor. Però Jacques sap que aquest amor l'ha de viure ràpidament.".
Teniu l'article, en català, al següent enllaç:
http://elcinefil.cat/2019/05/09/amar-amb-un-compte-enrere/
Podéis leer el artículo en castellano a continuación:
Amar con una cuenta atrás
El sida en los noveta en Vivir despacio, amar deprisa
Jordi Ojeda
Jordi Ojeda
El director alemán Fritz Lang (1890-1976) tiene el mérito de ser el primero en introducir una cuenta atrás en una película, en concreto en La mujer en la luna (Frau im Mond, 1929), con guión de Thea Von Harbou , en su última producción silente, rodada justo después de las míticas Metrópolis (Metropolis, 1927) y Los espias (Spione, 1928) y antes de M, el vampiro de Düsseldorf (M - Eine Stadt sucht einen Mörder, 1931). La voluntad de ser lo más verosímil posible desde un punto de vista científico le llevó a aceptar una propuesta de uno de los asesores, que le sugirió hacer una cuenta atrás justo al despegar el cohete, empezando por diez e ir bajando... hasta cero.
Lang justificaba la decisión de que el espectador sabría sin ninguna explicación que terminaría en cero (al revés no tienes porqué saber dónde acabará), contribuyendo de esta manera a añadir una tensión dramática en la escena. El resultado fue tal cual lo previó, hasta el punto de que desde entonces ha sido aceptado por la comunidad científica y es habitual hablar de cuenta atrás antes de pulsar un botón o una palanca, y no sólo en este ámbito.
En el cine fantástico hemos visto muchas veces la aplicación de la cuenta atrás como eje vertebrador del argumento, recientemente lo hemos podido apreciar en dos destacadas producciones. En Retornados (The Returned, 2013), dirigida por Manuel Carballo, la medicina permite recuperar los zombis, eso sí, si hay medicina para todos y si no dejas de tomarla, de otro modo, no hay cura; la escasez en la producción de las píldoras fuerza la tensión dramática llevando a los infectados y familiares a acciones desesperadas para sobrevivir. En cambio, no hay ninguna cura en Maggie (2015), la primera y única película de zombis protagonizada por Arnold Schwarzenegger, que ve cómo, una vez infectada a su hija por el virus letal, tiene que esperar a que se convierta poco a poco al cabo de varias semanas, sabiendo que no hay cura que pudiera impedirlo.
En el cine realista también aparece, desgraciadamente, la cuenta atrás provocada por una enfermedad terminal. El director y guionista francés Christophe Honoré estrena la película Vivir deprisa, amar despacio (Plaire, aimer et courir vite, 2018), una historia explicada de forma pausada, situada a principios de los años noventa, protagonizada por un escritor con una edad que ronda la cuarentena, con los estragos de la enfermedad del sida en su cuerpo. El virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es el virus que causa el sida, un virus que ataca y debilita el sistema inmunitario y que provoca que la persona portadora tenga más riesgo de contraer infecciones y cánceres que pueden ser mortales.
Cuando conoce de forma fortuita, en un viaje promocional, a un joven de veinte años, los lleva a ambos a vivir una historia de amor, un amor de verano que abre un abanico de muchas capas para los espectadores: la interacción de dos vidas, una en su inicio de madurez y la otra con una espada de Damocles encima con una cuenta atrás, una espada percibida intensamente por la reciente muerte de un amigo, antigua pareja, afectada por el mismo virus, con todo lo que ello significa (múltiples enfermedades debidas a la falta de defensas, degradación física, etc.).
El propio director reconoce la fuerza del contraste de un primer amor y el del último, en una relación acelerada por la enfermedad y ralentizada, a la vez, para disfrutar de cada instante. La intención de mostrar la evolución de la relación a través de los encuentros y las conversaciones sumerge al espectador en la época en todos los sentidos, también en el visual, con la ropa y ambientación (carteles y libros, especialmente), y en el sonoro, con las canciones de los noventa.
Magistralmente interpretada por los actores Vincent Lacoste (a pesar de su juventud, un actor prolífico en el cine francés en la última década), y Pierre Deladonchamps, impresionante en su declive físico y expresando con su gestualidad lo que le está pasando por la cabeza, contiene, entre sus conversaciones, pequeños homenajes. De todos ellos cabe mencionar el de Bernard-Marie Koltès (1948-1989), reconocido dramaturgo, escritor y director teatral francés, que murió por las consecuencias de ser portador del virus del VIH.
Enterrado en el cementerio de Montmartre en París (en la película el joven protagonista visita su tumba), Koltès está considerado como uno de los clásicos del teatro francés contemporáneo. El director lo recuerda en la película con la siguiente cita:
La crueldad no es un hombre hiriendo a otro.
O mutilando o torturando.
Cortar sus miembros o su cabeza,
o hacerle llorar.
La verdadera crueldad es distanciarse de los demás,
interrumpiendo, como puntos suspensivos,
mirándolo en la lejanía.
Una mirada errónea,
un error de juicio.
Un error como una carta,
que uno empieza y rompe en pedazos
justo al escribir la fecha.
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