«El dret de viure... d’una intel·ligència artificial»
http://elcinefil.cat/author/jordiojeda/
twitter https://twitter.com/ElCinefilCat
i facebook https://www.facebook.com/elcinefil/
i us animo a que la llegiu, no us queixeu del preu que és gratis. http://elcinefil.cat/
Ah, i s'accepten peticions per a futurs articles...
En las reseñas de la película Free Guy (2021) veréis que se indica que es una comedia de 20th Century Studios estrenada en las salas de cine (esto cada vez es más noticia), protagonizada por Ryan Reynolds en el papel de Guy, un cajero de un banco de Free City que descubre que, en realidad, es un personaje secundario de un videojuego y sí, es eso y mucho más, pero yo destacaré un par de temas que están implícitos en la trama.
Por un lado, el primer tema subyacente de la película es el reconocimiento de los derechos de autor. La programadora, interpretada por Jodie Comer, sospecha que se está utilizando un algoritmo matemático desarrollado por ella sin su permiso, después de que junto con su socio (interpretado por Joe Keery) vendieran el juego diseñado a la compañía liderada por un histriónico magnate interpretado por Taika Waititi. Las evidencias son claras pero necesita tener exactamente la prueba de que su código revolucionario está dentro del código del propio juego, por lo que decide ella misma convertirse en jugadora para averiguar el lugar exacto donde se esconde la información en el mundo virtual del videojuego... y es allí donde tendrá la inesperada ayuda de Guy.
Guy vive una existencia sencilla, rutinaria... tanto que se podría decir que vive en un bucle, en un bucle de un personaje secundario del videojuego. Por eso cada día tiene la misma ropa que ponerse, el mismo café, el mismo trabajo,... hasta que un detonante (que no desvelaré para mantener el misterio) lo dota de capacidad de aprendizaje y de recordar, lo que poco a poco le permitirá adquirir conciencia de su existencia. Guy observa atónito el entorno que le rodea y tiene la iniciativa de alcanzar nuevas metas y salir del bucle en el que vivía probando más cosas.
Y aquí aparece el segundo tema subyacente de la película: el derecho a vivir de una inteligencia artificial. Es un tema de máxima actualidad, la inteligencia artificial y los derechos humanos, pero los organismos internacionales no están trabajando en el camino que plantea la ficción. El Consejo de Europa aprobó en 2019 las Directrices sobre Inteligencia Artificial y Protección de Datos, en 2018 se aprobó la Declaración de Toronto sobre el diseño y/o implementación de sistemas de aprendizaje automático en contextos públicos, y el mismo año se aprobó también las Directrices Universales para la Inteligencia Artificial, documento firmado por más de cincuenta organizaciones científicas y más de doscientos expertos de todo el mundo, y así unos cuantos más, como los Principios de Pekín de 2019… Todos ellos, simplificando muchísimo, tienen en común el objetivo final: maximizar los beneficios de la inteligencia artificial, minimizar el riesgo y garantizar la protección de los derechos humanos... LOS DERECHOS HUMANOS, es decir, de nosotros... pero, ¿qué pasa con las inteligencies artificiales propiamente dichas?
Pues que, una vez más, la ficción se adelanta a la realidad. El concepto de «inteligencia artificial» es muy reciente: fue acuñado por primera vez en 1956 por John McCarthy, profesor de la Universidad de Standford, que lo definía como «la ciencia y la ingeniería de fabricar máquinas inteligentes, especialmente máquinas inteligentes de computación ». El concepto en sí hace referencia a la creación de un sistema que trata de emular o imitar la racionalidad del ser humano, en el sentido de que es capaz de dar respuestas lógicas basándose en una serie de datos, reglas o instrucciones que recibe para poder alcanzar una solución. Turing ya vislumbró pocos años antes la dificultad que tendríamos en un futuro próximo a distinguir a un humano de un ser artificial (idea que potenció lo que se conoce como el Test de Turing).
Guy, un ser virtual dotado de inteligencia artificial, cobra conciencia de sí mismo y tiene capacidad de enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios. Y lo que es más curioso: decide convertirse en una buena persona, en un buen amigo de sus amigos, en un buen ciudadano, toda una lección de honestidad. Y aquí es donde quería añadir un tercer tema subyacente: el éxito de un videojuego ultraviolento y caótico, donde los cínicos jugadores viven una existencia salvaje dentro del juego y suben de nivel cometiendo actos de hostilidad y vandalismo que no responden a ninguna provocación.
En su defensa diré que es una película de ficción, que no está basado en ningún videojuego real y que lo que hacen los guionistas es explotar al máximo los estereotipos asociados al sector, entiendo. Por tanto, tampoco hablaré de los jugadores adolescentes en la vida real que se dedican a atracar y asesinar, ni hablaré de los adultos entrados en años jugando en la habitación mientras la madre le lleva la merienda y le regaña por no recoger la habitación... todo esto es otro tema en el que no es necesario profundizar para disfrutar de un espectáculo audiovisual muy refrescante.