lunes, 23 de agosto de 2021

Article a @ElCinefilCat «El dret de viure... d’una intel·ligència artificial»

«El dret de viure... d’una intel·ligència artificial»


El meu article número 98 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).

Amb motiu de l'estrena a les sales de cinema de la pel·lícula Free Guy (2021), dirigida per Shawn Levy dedico l'article a reflexionar sobre els drets de les intel·ligències artificials.

Teniu l'article, en català, al següent enllaç:



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A continuación tenéis el artículo traducido al castellano:

El derecho a la vida... de una inteligencia artificial
20th Century Studios estrena Free Guy en las salas de cine
Jordi Ojeda

En las reseñas de la película Free Guy (2021) veréis que se indica que es una comedia de 20th Century Studios estrenada en las salas de cine (esto cada vez es más noticia), protagonizada por Ryan Reynolds en el papel de Guy, un cajero de un banco de Free City que descubre que, en realidad, es un personaje secundario de un videojuego y sí, es eso y mucho más, pero yo destacaré un par de temas que están implícitos en la trama.


 Por un lado, el primer tema subyacente de la película es el reconocimiento de los derechos de autor. La programadora, interpretada por Jodie Comer, sospecha que se está utilizando un algoritmo matemático desarrollado por ella sin su permiso, después de que junto con su socio (interpretado por Joe Keery) vendieran el juego diseñado a la compañía liderada por un histriónico magnate interpretado por Taika Waititi. Las evidencias son claras pero necesita tener exactamente la prueba de que su código revolucionario está dentro del código del propio juego, por lo que decide ella misma convertirse en jugadora para averiguar el lugar exacto donde se esconde la información en el mundo virtual del videojuego... y es allí donde tendrá la inesperada ayuda de Guy.

Guy vive una existencia sencilla, rutinaria... tanto que se podría decir que vive en un bucle, en un bucle de un personaje secundario del videojuego. Por eso cada día tiene la misma ropa que ponerse, el mismo café, el mismo trabajo,... hasta que un detonante (que no desvelaré para mantener el misterio) lo dota de capacidad de aprendizaje y de recordar, lo que poco a poco le permitirá adquirir conciencia de su existencia. Guy observa atónito el entorno que le rodea y tiene la iniciativa de alcanzar nuevas metas y salir del bucle en el que vivía probando más cosas.

Y aquí aparece el segundo tema subyacente de la película: el derecho a vivir de una inteligencia artificial. Es un tema de máxima actualidad, la inteligencia artificial y los derechos humanos, pero los organismos internacionales no están trabajando en el camino que plantea la ficción. El Consejo de Europa aprobó en 2019 las Directrices sobre Inteligencia Artificial y Protección de Datos, en 2018 se aprobó la Declaración de Toronto sobre el diseño y/o implementación de sistemas de aprendizaje automático en contextos públicos, y el mismo año se aprobó también las Directrices Universales para la Inteligencia Artificial, documento firmado por más de cincuenta organizaciones científicas y más de doscientos expertos de todo el mundo, y así unos cuantos más, como los Principios de Pekín de 2019… Todos ellos, simplificando muchísimo, tienen en común el objetivo final: maximizar los beneficios de la inteligencia artificial, minimizar el riesgo y garantizar la protección de los derechos humanos... LOS DERECHOS HUMANOS, es decir, de nosotros... pero, ¿qué pasa con las inteligencies artificiales propiamente dichas?

Pues que, una vez más, la ficción se adelanta a la realidad. El concepto de «inteligencia artificial» es muy reciente: fue acuñado por primera vez en 1956 por John McCarthy, profesor de la Universidad de Standford, que lo definía como «la ciencia y la ingeniería de fabricar máquinas inteligentes, especialmente máquinas inteligentes de computación ». El concepto en sí hace referencia a la creación de un sistema que trata de emular o imitar la racionalidad del ser humano, en el sentido de que es capaz de dar respuestas lógicas basándose en una serie de datos, reglas o instrucciones que recibe para poder alcanzar una solución. Turing ya vislumbró pocos años antes la dificultad que tendríamos en un futuro próximo a distinguir a un humano de un ser artificial (idea que potenció lo que se conoce como el Test de Turing).

Guy, un ser virtual dotado de inteligencia artificial, cobra conciencia de sí mismo y tiene capacidad de enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios. Y lo que es más curioso: decide convertirse en una buena persona, en un buen amigo de sus amigos, en un buen ciudadano, toda una lección de honestidad. Y aquí es donde quería añadir un tercer tema subyacente: el éxito de un videojuego ultraviolento y caótico, donde los cínicos jugadores viven una existencia salvaje dentro del juego y suben de nivel cometiendo actos de hostilidad y vandalismo que no responden a ninguna provocación.

En su defensa diré que es una película de ficción, que no está basado en ningún videojuego real y que lo que hacen los guionistas es explotar al máximo los estereotipos asociados al sector, entiendo. Por tanto, tampoco hablaré de los jugadores adolescentes en la vida real que se dedican a atracar y asesinar, ni hablaré de los adultos entrados en años jugando en la habitación mientras la madre le lleva la merienda y le regaña por no recoger la habitación... todo esto es otro tema en el que no es necesario profundizar para disfrutar de un espectáculo audiovisual muy refrescante.



viernes, 20 de agosto de 2021

Nueva portada y nueva sobrecubierta para el libro #RobotsDeCine

 Desde el viernes 20 de agosto de 2021, disponible una nueva portada y una nueva sobrecubierta para el libro #RobotsDeCine. Tenéis la nota de prensa e imágenes del interior aquí.





jueves, 12 de agosto de 2021

Article a @ElCinefilCat «No és país per a professionals honestos»

«No és país per a professionals honestos»


El meu article número 97 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).

Amb motiu de l'estrena a les sales de cinema de la pel·lícula El medico de Budapest (Zárójelentés, 2020), dirigida per István Szabó dedico l'article a reflexionar sobre la seva analogia i crítica de la societat contemporània.

Teniu l'article, en català, al següent enllaç:



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A continuación tenéis el artículo traducido al castellano:

No es país para profesionales honestos
El director István Szabó presenta su testamento cinematográdico
Jordi Ojeda

El húngaro István Szabó probablemente ha dirigido su última película a los 82 años, y lo ha manifestado en el mismo título de la película: «Informe final» (Zárójelentés en el original). Su testamento cinematográfico tiene forma de alegoría, El medico de Budapest (Zárójelentés, 2020) es una crítica mordaz de la sociedad actual, en general, y la húngara, en particular. Su alter ego lo encarna su actor fetiche Klaus Maria Brandauer, que interpreta al médico Ivan Stephanus (con el mismo acrónimo que el director, parece una clara alusión, además teniendo en cuenta que el padre de Szabó también fue médico de pueblo).

El Dr. Stephanus, amante de la ópera como cantante aficionado, melómano coleccionista y marido de una soprano, es un prestigioso cardiólogo de un viejo hospital de Budapest (Hungría), dedicado a su profesión y sacrificado por sus pacientes... hasta que una decisión política cierra el hospital, desmantelando el equipo humano, repartiendo el material aprovechable y jubilando a los que ya tengan la edad correspondiente, como es su caso.

Siendo una persona activa y en buen estado de salud, después de una sucesión de acontecimientos casuales, se plantea no jubilarse y volver a abrir la consulta local de su padre, en su pueblo natal, lo que le permitiría vivir con su madre, viuda y delicada de salud, además de recuperar la consulta para la comunidad, a pesar de la distancia que le supondrá de su mujer (su hija, casada con un japonés, vivía en Alemania y, al inicio de la película, anuncia que se cambia de residencia a Sydney, dando una idea de familia cosmopolita y universal).

Ya tenemos varios paralelismos más con el director: profesional jubilado en el momento de más experiencia y potencial para la comunidad, además de la afición por la ópera como metáfora del propio cine. Y diferentes perfiles entre el personal médico y de enfermería: personas ambiciosas, personas con capacidad de adaptación a los cambios y personas que no comprenden porque se cierra un hospital que funcionaba y daba un servicio a la sociedad.

La acogida como médico de pueblo es bien dispar: del reconocimiento inicial al nuevo servicio médico y su proximidad y disposición, al desaire y desprecio final de su estancia. En medio, podrá comprobar en su piel la avaricia y la falta de honradez de los políticos, encarnado en el alcalde (curiosamente, antiguo director de la escuela), que planea crear todo un complejo turístico en torno a un nuevo proyecto de construcción de un balneario... sabiendo que el agua del manantial no es medicinal realmente.

También podrá comprobar la desidia de un médico joven de guardia en el hospital más cercano, el trato burocrático y deshumanizado a la familia de un paciente fallecido y el corporativismo profesional, aparentemente para proteger una mala praxis del residente. Todo ello, rezumando nepotismo (el alcalde le recuerda que el director del hospital es su primo), y endogamia, poniéndole todas las trabas posibles para poder continuar con su actividad (el alcalde quiere derruir la consulta para construir en su lugar el nuevo hotel del balneario).

Ahora bien, lo peor de todo será sufrir el rencor de su madre, con un profundo resentimiento arraigado y tenaz, y el cotilleo del pueblo, hablando de forma indiscreta, con malicia y desdén y, sobre todo, haciendo daño de forma intencionada a la viuda profesora de la coral de la escuela, diana de la frustración colectiva de un pueblo envidioso e inculto, con la que el Dr. Stephanus había establecido una sincera amistad, reconociendo su resplandor entre tanta amargura.

El ensañamiento del alcalde contra el médico del pueblo, el uso instrumental del diario local para mancillar su honorabilidad y la simplicidad de la vecindad es el contrapunto de dos aspectos fundamentales que identifican al personaje íntegro del Dr. Stephanus: su profesionalidad (siempre representada por el juramento hipocrático), y su pasión por la cultura (en especial por la música clásica y la ópera). El reconocimiento de que las personas execrables y corruptas suelen sobrevivir años y años nos deja un cierto sabor agridulce al final de la película, si es que, de verdad, la sociedad actual es así, en Hungría y, tal vez, en todas partes (¿no somos europeos?).

En todo caso, es cierto y de agradecer el reconocimiento y la importancia de la cultura para desarrollar nuestros valores y convertirnos en ciudadanos honestos... Nos vemos en las salas de cine.


jueves, 5 de agosto de 2021

Article a @ElCinefilCat «De pusil·lànime a deixar-nos bocabadats»

«De pusil·lànime a deixar-nos bocabadats»


El meu article número 96 a la revista virtual "El Cinèfil, la revista de cinema en xarxa i en català" (i gratuïta).

Amb motiu de l'estrena a les sales de cinema de la pel·lícula Una villa a la Toscana (Made in Italy, 2020), dirigida i guionitzada pel debutant i actor James D'Arcy dedico l'article a reflexionar sobre la importància d'escollir el tipus de vida que volem fer i a on.

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A continuación tenéis el artículo traducido al castellano:

De pusilánime a dar la campanada
El actor James D’Arcy debuta como director en Una villa a la Toscana
Jordi Ojeda

Hay obras realizadas antes de la pandemia y publicadas o estrenadas durante la misma que parecían muy apropiadas con el momento que estábamos viviendo, sin que estuvieran concebidas con esta intención, evidentemente. La película Una villa a la Toscana (Made in Italy, 2020) es un buen ejemplo, cuando como espectador contemplamos atónitos como el protagonista de la película que vive en un pequeño apartamento en el centro de Londres quiere vender una villa en la Toscana. Y más cuando podemos ver ambas viviendas y, sobre todo, las vistas y la calidad de vida, mucho que ver con la vida acelerada que llevamos todos.

Pero cambiar Londres por la Toscana no se hace de un día para otro, por todo lo que implica, no es tan fácil dar el paso. La decisión, en realidad, es consecuencia de un proceso de cambio... y el proceso debe ser verosímil para el espectador. Y en la película lo es, y no tiene importancia que el final sea más o menos previsible... lo más importante es el camino realizado hasta llegar a ese desenlace final. Y el punto de partida era complicado.

De forma resumida, la historia nos muestra la necesidad de un galerista, que se está divorciando, de poder tener dinero que le permita comprar la sala que ha dirigido en los últimos años, una galería que es de sus futuros exsuegros, con lo que supone todo en sí. La única forma que se le ocurre para tener dinero rápido es vender una casa familiar que tiene conjuntamente con su padre y que hace más de veinte años que está abandonada. Abandonada por una actitud pusilánime de un artista en horas bajas, sin inspiración ni energía, por lo que apreciamos.

El padre comprende la situación y acepta la propuesta de vender urgentemente la propiedad, y lo acompaña para ayudarle en la venta. En el viaje de Londres a la Toscana por carretera y la llegada a la villa iremos descubriendo que tienen una relación distante después de la muerte de la mujer y madre en un accidente de tráfico hace más de veinte años (el chico de siete años terminó en un internado y el padre abandonó la casa, huyendo de los recuerdos, la añoranza y la culpa). El aparente torpe padre resulta que es un famoso pintor en horas bajas, con muchos años sin exponer y, el hijo, resulta ser un artista frustrado reconvertido en galerista.

El hogar que se encuentran está en estado ruinoso tras el abandono, rodeado de un jardín aparentemente descuidado durante años. En cambio, el aspecto exterior de la villa se ve muy robusto y con una sensación de originalidad y tradición asociada a las raíces del lugar, sin modernidades como piscina o antenas de televisión, por ejemplo. Y las vistas... ¡qué vistas más maravillosas desde una colina!

La promotora contratada para venderla, interpretada por la contundente actriz Lindsay Duncan, les propone que mejoren el aspecto de la villa para dar una sensación más agradable a los posibles compradores y poder así subir el precio de venta. Y así lo hacen, contratando profesionales para la electricidad y obras mayores, y participando padre e hijo en las obras menores, como limpiar y pintar las paredes, no sin evidenciar la falta de pericia de ambos.

A partir de este momento, el arreglo de la villa se convierte en una metáfora emocional, con una evolución paralela de la mejora del aspecto del hogar y la relación entre padre e hijo, poniendo encima de la mesa el duelo por la pérdida de la persona amada. Vivimos en una sociedad donde las cosas dicen mucho de nosotros y, en caso de pérdida, las cosas te pueden evocar un tiempo pasado que ya no se podrá volver a repetir, pero también es verdad que es una memoria que se puede honrar. En realidad, toda la película en sí lo hace, ya que el mismo director debutante, el actor James D'Arcy, es el responsable del guion y reconoce que se inspiró en una situación personal que vivió en su infancia.

Ahora bien, lo más desconcertante para el espectador es el hecho de que el padre y el hijo estén interpretados por Liam Neeson y Micheál Richardson, padre e hijo en la vida real, ambos con una historia similar a los personajes de la película. Hay que recordar la muerte de la actriz Natasha Richardson en 2009 en un accidente esquiando. De hecho, el actor Micheál Richardson, nieto de la actriz Vanessa Redgrave y del cineasta Tony Richardson, se cambió el apellido en 2018 en homenaje a su madre.

D'Arcy acertó en proponerle la película a Liam Neeson, después de que llevara varios años concatenando películas de acción. Neeson acertó aceptando un papel con un cambio de registro evidente, participando en un proyecto dotado de esperanza y alegría en contraposición con sus últimas películas. Y acertó en proponer a su hijo para el papel... de su hijo. Y este superó la prueba con creces (reconoce que hizo un casting formal), y se preparó a fondo, por ejemplo, utilizando un acento británico que había perdido de su larga estancia en Estados Unidos.

La conexión padre e hijo rezuma emoción real y, en ocasiones, es profundamente conmovedora, y más si conoces la situación en la vida real de ambos. Los mismos implicados comentan en las entrevistas que nadie hablaba de este tema en el rodaje pero que todo el mundo era consciente de la mochila que llevaba cada actor a su espalda. «Tú no puedes recordar y yo no puedo olvidar» le dice el padre a su hijo en un instante de la película, en referencia al recuerdo de la mujer, pero también del amor a un lugar, a una cultura ya una forma de ser, especialmente en lo referente a la relación con la familia. Es por ello que su título original evoca más a la construcción de un concepto social más abstracto (reconociendo el aprecio por la cultura italiana) que el título en castellano, más concreto, pero no por ello menos simbólico, asociado a un lugar donde el paisaje te deja sin aliento y la forma de vida... absolutamente asombrado.